miércoles, 5 de diciembre de 2012

ESPEJOS DEL ADULTO Y DE LA SOCIEDAD



Enorme cantidad de propuestas, guías y movimientos espirituales, lecturas de autoayuda, cursos, conceptos revolucionarios aparecen día tras día con la intención de calmar la inquietud del alma, los interrogantes vitales, y brindar respuestas. Si bien muchas personas van logrando integrar sabiamente en sus vidas y relaciones lo que descubren, lo cierto es que a la mayoría le cuesta vibrar autentica y coherentemente, armónica y equilibradamente.
La sociedad continúa mostrando caos, desorden moral falta de dirección y sentido.
Los chicos reflejan claramente lo que sucede en el mundo adulto.
Lo más probable es que si su ambiente vibra en armonía, si busca conscientemente integrar las necesidades espirituales a la realidad cotidiana, si se enfoca en crecer y aprender, discernir, integrar inteligentemente las emociones y evolucionar, encontremos niños que reflejan esas actitudes y las aplican en su vida diaria.
Si por el contrario el entorno es conflictivo, los chicos surgen como emergentes de los problemas que los rodean.
Los niños son verdaderas esponjas ya que absorben la energía que los rodea y alimenta, especialmente de su entorno. Muchas veces una forma de liberarse de ella es a través de la acción. Así es que nos encontramos con niños agresivos, hiperactivos y desatentos.
Los síntomas hoy tan frecuentes (problemas de atención, hiperactividad, agresividad, trastornos psicosomáticos, dislexias, rebeldía, aislamiento, desinterés adicciones, etc.) son tan solo los semáforos rojos que nos indican lo que, en el mundo adulto está funcionando mal.
¿No están los chicos reflejando nuestras propias actitudes?
Pues, convengamos que el estilo de vida, el ritmo cotidiano que llevamos, que hemos elegido o que nos han empujado a elegir, posee ampliamente estas características.
Cabe reflexionar: ¿No somos acaso una sociedad hiperquinética? ¿Una familia que entra, sale, se mueve todo el tiempo y verdaderamente se comunica poco? ¿Cuántas veces nos encontramos revisando la tarea que hicieron nuestros hijos en el colegio con un ojo con el ojo chequeando que no se queme la comida con una mano doblando la ropa y con la otra levantando el tubo del teléfono? ¿No estamos siendo para nuestros niños un verdadero modelo de hiperquinesia y desatención? ¿O atención enfocada pobremente y saltando de una cuestión a otra sin profundizar y detenerse?
¿Puede el adulto –con autoridad- exigir de los chicos actitudes de atención, concentración, de quietud y conexión verdadera?

(Gabriela Béduchaud)