Enorme
cantidad de propuestas, guías y movimientos espirituales, lecturas de
autoayuda, cursos, conceptos revolucionarios aparecen día tras día con la
intención de calmar la inquietud del alma, los interrogantes vitales, y brindar
respuestas. Si bien muchas personas van logrando integrar sabiamente en sus
vidas y relaciones lo que descubren, lo cierto es que a la mayoría le cuesta vibrar
autentica y coherentemente, armónica y equilibradamente.
La sociedad continúa
mostrando caos, desorden moral falta de dirección y sentido.
Los chicos
reflejan claramente lo que sucede en el mundo adulto.
Lo más
probable es que si su ambiente vibra en armonía, si busca conscientemente
integrar las necesidades espirituales a la realidad cotidiana, si se enfoca en
crecer y aprender, discernir, integrar inteligentemente las emociones y
evolucionar, encontremos niños que reflejan esas actitudes y las aplican en su
vida diaria.
Si por el
contrario el entorno es conflictivo, los chicos surgen como emergentes de los problemas
que los rodean.
Los niños
son verdaderas esponjas ya que absorben la energía que los rodea y alimenta,
especialmente de su entorno. Muchas veces una forma de liberarse de ella es a través
de la acción. Así es que nos encontramos con niños agresivos, hiperactivos y
desatentos.
Los síntomas
hoy tan frecuentes (problemas de atención, hiperactividad, agresividad,
trastornos psicosomáticos, dislexias, rebeldía, aislamiento, desinterés
adicciones, etc.) son tan solo los semáforos rojos que nos indican lo que, en
el mundo adulto está funcionando mal.
¿No están los
chicos reflejando nuestras propias actitudes?
Pues,
convengamos que el estilo de vida, el ritmo cotidiano que llevamos, que hemos
elegido o que nos han empujado a elegir, posee ampliamente estas características.
Cabe
reflexionar: ¿No somos acaso una sociedad hiperquinética? ¿Una familia que
entra, sale, se mueve todo el tiempo y verdaderamente se comunica poco? ¿Cuántas
veces nos encontramos revisando la tarea que hicieron nuestros hijos en el
colegio con un ojo con el ojo chequeando que no se queme la comida con una mano
doblando la ropa y con la otra levantando el tubo del teléfono? ¿No estamos
siendo para nuestros niños un verdadero modelo de hiperquinesia y desatención?
¿O atención enfocada pobremente y saltando de una cuestión a otra sin
profundizar y detenerse?
¿Puede el
adulto –con autoridad- exigir de los chicos actitudes de atención,
concentración, de quietud y conexión verdadera?
(Gabriela Béduchaud)
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