Me llamo Chose,
vivo en España y tengo dos hijos. El mayor tiene (casi) 13 años y la pequeña 7. Mi hijo nació tras un
parto medicalizado con t
Era muy
exigente y dura con él (en el fondo lo estaba siendo conmigo misma). La
disciplina y los castigos formaban parte de cada día, aunque había algo en mi
interior que me hacía sentirme mal cuando le pegaba o lo veía sufrir con sus
rabietas, que duraban horas.
La crianza de
nuestros hijos nos conecta con nuestra propia infancia y aflora lo que
recibimos en aquella época, en mi caso una alta dosis de agresividad y
violencia, verbal y física. Cuando empecé a estudiar Antropología supe de la
etnopediatría y de alternativas más respetuosas en la maternidad, desde
entonces no he parado de seguir aprendiendo con humildad e ilusión.
Mi hija, seis años
después, nació también en un hospital aunque de forma algo menos intervenida.
Para entonces tenía muy claro lo necesario del contacto físico, de la lactancia
y del tiempo compartido con los hijos. Mi hija y yo llevamos (casi) cuatro años
y medio de lactancia. Sus tiempos han sido siempre respetados: en cuanto al
control de esfínteres, al sueño, a cuándo, cómo y dónde comer, a abrigarse más
o menos en función de sus sensaciones, así como a su desarrollo y maduración
cognitiva.
En
el enorme cambio entre ambos modelos de crianza tuvo una gran influencia el
conocimiento de redes de crianza virtuales en Internet. Poder compartir en esos
foros experiencias, dudas e información con personas de todas partes del mundo:
México, Argentina, Panamá, Turquía o Venezuela, por citar algunos países;
constituyó el germen de un conocimiento y amistad que se cultivó a lo largo de
los años y que formará parte de mi vida y de mi familia para siempre. Al cabo
de unos años esa experiencia de compartir una crianza más respetuosa con otras familias
se trasladó al mundo presencial, a través del grupo de lactancia de mi ciudad.
En ambas redes de crianza, virtual y presencial, las actuaciones y necesidades
han ido evolucionando al tiempo que crecían nuestros hijos.
Las
consecuencias de los diferentes modelos de crianza, impositivo o respetuoso,
las vivo cada día en mi casa: mi hijo tiene una acusada tendencia hacia la
negatividad y una baja autoestima. Casi siempre está enfadado y no es capaz de
asumir su responsabilidad (los primeros años yo la asumí por él) en todos los
ámbitos de la vida. Mi hija, por el contrario, es una niña positiva y feliz,
siempre se ha sentido querida de la forma que ella (y no yo) necesitaba. Su
desarrollo está marcado por su autorregulación y autorresponsabilidad. Y,
aunque sigo cometiendo muchos errores, he aprendido a pedir perdón a mis hijos
y a perdonarme. Sigo aprendiendo de ellos mientras vivo la aventura de
acompañarles durante su vida.
La maternidad es un proceso de aprendizaje
continuo que requiere presencia y humildad:
“Cuando crees que sabes todas las respuestas llegan tus hijos y te
cambian las preguntas”. Y las consecuencias de los primeros años de
nuestros hijos, de la relación que establezcamos entonces, son para toda la
vida. Somos sus cimientos emocionales.
Chose - Desde España
Me encantó y esa frase está genial!! Abrazos
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